A priori muy bien. Un kilo redondito después de una semana bastante equilibrada. De todas formas, como dije ayer, el peso es engañoso ya que al estar medio malo no comí nada en todo el día. Llegué tardísimo del trabajo, sobre las dos de la mañana, y como estaba desmayadito de hambre y de sueño me comí dos trozos de sandía y un plátano.
yo, hoy
En la semana he tenido pocas oportunidades de tentaciones. Apenas hemos comido fuera y cuando lo hemos hecho me he contenido bastante. Un día fui con mi hija al cine y comimos en el Burri King, ahí me pedí la long chicken sin patatas visto lo visto con la ensalada César. El miércoles fuimos a la piscina de unos amigos a merendar. Como la mujer de mi amigo está a dieta puso en la mesa un montón de galletitas sin azúcar y cosas light. Con eso merendé más que bien aunque sé que también son un poco porquerías. Para los niños trajo dos botes de chucherías de esos de gomitas. Pues bien, yo como si nada con ellas. Pero en un momento que se fueron a duchar a los niños y me quedé solo en el patio... no sé, fue como el canto de las sirenas de Ulises. Me llamaban. Ahí piqué y cogí unas cuantas que me zampé más a gusto que un arbusto. Es como si, al quedarme solo, también se hubiera ido la parte de mí que me controla (y que no es mi mujer, claro). Os aseguro que fue un pecadillo sin importancia. Como cuando de chico le cogía a mi madre cinco duros del monedero para ir a jugar a las maquinitas. Solo que esta vez, los cinco duros me los estaba quitando a mí mismo.
Aunque mañana es ya septiembre hasta que mi pequeña no empiece el colegio no podré hacer ejercicio regularmente. De todas formas espero sacar algo de tiempo para andar o ir adelantando algo y que la descompesación de peso de la semana que viene no sea tan importante y desmoralizadora.
Tengo que ir al Decathlon a comprarme algunas cosas que me hacen falta para la piscina. unas gafas y un bañador bueno que no se me caiga a cada momento como el de ahora. Eso me hace pensar que últimamente estoy todo el rato metido en esa tienda. Ya me ha dado por un montón de deportes y lo primero que hago es equiparme como un profesional. Después, como que la cosa se va desinflando. Si hago memoria me ha pasado con la bicicleta de montaña, el fitnes (o como se diga), correr (que ya sé que con lo gordo que estoy es imposible) y por último la natación. Todo me espera... ¡Ya voyyyyy!
No la cosa-cosa, esa por supuesto... sino la Cosa XXL, es decir, yo mismo. No sé qué ha pasado. He desayunado normal y me he puesto fatal del estómago. Tengo malestar general y muy poca hambre. Cuando he hecho la compra del día he cogido acuarius y así estoy. Me temo que eso me va a descoyuntar un poco el peso mañana pero bueno, nos lo tomaremos (otra vez) como un dato estimativo que quizás pueda subir algo la semana que viene. De todas formas esta mañana me he pesado y estaba en 126,7 Kg que no está mal. Otros trescientos gramos teniendo en cuenta que no estoy acompañando la dieta de ejercicio como querría y debería. Mañana os cuento.
Después del desayuno y antes de que me dieran dolores de barriga he estado en la piscina municipal haciendo una prueba de nivel. Quiero apuntarme a la piscina cubierta en invierno y nadar alguna mañana un rato. La prueba no era nada difícil. Se trataba de hacer un largo a la piscina. Pero entre los nervios de sentirme observado por el monitor y que uno está acostumbrado a piscinas pequeñitas se me ha hecho larguísimo. Han debido ser cincuenta metros pero he salido axfisiado perdido. La verdad es que en dos meses sin hacer nada de ejercicio me encuentro más torpón que antes, y eso que llevaría a lo sumo cuatro o cinco semanas haciendo un poco de cinta, elíptica o yendo en bicicleta. A ver si cuando la grande vaya al cole ya puedo yo darme mis paseos largos, e ir a nadar y en bici y... lo dejo que esto se está pareciendo al cuento de la lechera.
Tengo pendiente hablar largo y tendido sobre la coca-cola light. Yo la odio, no me pega, sé que es insana... pero no me puedo quitar. Cuando he empezado otra vez a hacer dieta me he propuesto dejarla, pero cuando estoy ansioso por la comida me resulta difícil dejar algo que sé que no engorda y que me sacia tanto. La cerveza no me gusta. Algunas veces he intentado beber vino porque según dónde y como un blanco fresquito o un buen tinto me entra más bien que la mar. Pero también me digo que para qué voy a forzar un cambio tan drástico de hábito en ese sentido con lo cómodo que es abrir una latita y... pero bueno, que tengo que dejarlo. No es una cosa de un día para otro pero está entre mis propósitos para el año nuevo.
Ayer no fue un día demasiado bueno. Fuimos con mi hija mayor al traumatólogo porque observamos que mete los pies un poco al andar. Tiene las rodillas un poco juntas y los tobillos separados. Pensaba que en eso había salido a mí, que pasé bastante tiempo con plantillas y que siempre he sido bastante patosillo. Pero el médico nos dijo que eso se llama genu valgo y que es una cuestión bastante común. Nos quiere ver en seis meses paras ver cómo ha evolucionado la niña y nos dice que tiene que adelgazar. ¿Adelgazar? Qué bajón me dio escuchar esa palabra... Todavía no tiene tres años. No está gorda para nada. Pero ya tenemos que ir pensando por ella en ver qué alimentos pueden venirle mejor, qué no puede comer, cenas ligeritas. A lo largo de la tarde me fui agobiando más y más... todo el optimismo y energía positiva que estoy tratando de desarrollar en el día a día de mi dieta se convirtió en negatividad con la perspectiva de que mi pequeña sea una niña "gordita" con todo lo que eso puede suponer en su vida: las clases de gimnasia, las relaciones con los demás niños, su autoestima...
Hoy ya lo veo con otros ojos. Lo que le pasa no es nada malo y puede corregirse, ella no está gorda y puede ser que no lo esté. Pero si lo está, tiene en su padre a alguien que sabe que no es el fin del mundo, y que se puede y se debe ser feliz y aceptarse como uno es, y saber cuándo ha llegado el momento de esforzarse por adelgazar sin que eso te obsesione. A ver si poco a poco conseguimos que por lo menos los niños no vivan desde pequeñitos con la angustia de tener que pensar en lo que engorda y lo que no.
Ayer nos liamos la manta a la cabeza y compramos un jamón. La verdad es que en principio, quitando dietas e historias, es de lo más socorrido darle un "tiento" al jamoncito por la noche. Un poco de jamón, un poco de pan, una fruta y a la cama. A mí, claro, con lo bien que voy hasta ahora cometiendo mis pequeños desatinos lógicos, me entró la paranoia de que se me estaba yendo la dieta al garete así que me puse a investigar un poco y resulta que no, que el jamón ibérico no es malo (claro) y que cuanto mejor sea el jamón más sano y saludable es.
¿No es estupendo? Esto refuerza mi teoría de que si comes alimentos lo más naturales posibles no tienes que agobiarte tanto por las calorías, las grasas, los hidratos, etc. ¿No será mejor comerte un plato de jamón de bellota cortesía de un cerdo suelto en la sierra más feliz que una perdiz, que cien gramos de jamón de york procesado, con puli-puli, proveniente de un cerdo que las ha pasado canutas? Esta es la base de mi dieta, que, como todas las dietas, es un poco surrealista, pero es mi dieta, y en cuestión de animales mi dieta dice que: "Es bueno comer animales que hayan sido felices".
Cerdito feliz = jamón saludable
Por eso cuando salimos últimamente le digo a mi mujer que vayamos a sitios que pongan tapas modernas. En primer lugar porque cuidan mucho materia prima, tanto de verduras como de carnes y pescados, siempre suele ser de primera calidad; en segundo lugar porque ponen raciones muy pequeñas, en las escuelas de cocina se da esto el primer día: "plato grande, tapa pequeña"; y en tercer lugar porque es caro, y como es caro, pues se come menos.
¡Empánalo por lo menos!
Pero volviendo al jamón y para continuar un poco con lo de ayer sobre la cena, la verdad es que anoche comí la típica ración del cortador de jamón (dos al plato, una para mí), por supuesto sin pan, acompañada de una coca cola light (algún día hablaré de este brebaje maldito). Espero no caer demasiado en la tentación y repetirme demasiado en las cenas. Hoy el almuerzo ha sido una ensalada con atún, maíz y un poco (poquísimo) de esquirlas de parmesano con un filete de ternera. Lo peor es que he comido a matacaballo porque tenía que dormir a mi hija. Para esta noche tengo un filetito de emperador. Yo por mí no cenaba pero lo intentaremos hacer bien...
Inauguro una serie de entradas en las que voy a intentar analizar las diferentes comidas del día desde mi punto de vista, con lo que llevo leído sobre el tema y con lo que estoy haciendo en estos momentos. Yo tengo muy interiorizado ese dicho de "desayuna como un rey, almuerza como un un príncipe y cena como un mendigo". De hecho, eso hace que considere que la cena es la comida donde hay que poner más esfuerzo a lo largo del día. Más esfuerzo significa más fuerza de voluntad y también más capacidad de elaboración, aunque no tengas ganas, aunque no tengas tiempo. Por otra parte, y aunque nos referiremos a ella en otro momento, también creo que una buena cena tiene que venir precedida de una merienda. Poco a poco me estoy convenciendo de la importancia de comer cinco veces al día.
La teoría dice que hay que cenar, no nos podemos saltar la cena aunque nos hayamos comido un cochinillo en el almuerzo. Yo, sin embargo, compenso si creo que me he pasado en la comida comiendo fruta en la cena. Sé que es algo que tampoco se aconseja pero a mí me está funcionando y me es más cómodo cuando vengo del trabajo.
Comiendo hidratos de carbono de noche ¡y ni un gordo!...
Mi ideal de cena es un pescado a la plancha, algo de ensalada y un yogurt desnatado. Si decido que como fruta, como más fruta que comida. Digamos que la fruta es el plato principal y la precedo de fiambre de pavo, o un poco de queso fresco. No sé si será porque estoy merendando o porque cuando trabajo por la tarde noche llego a casa cansado y sin ganas de nada, pero yo no soy una persona que necesite hartarme de comer por la noche. Reconozco que cuando salimos a cenar me harto, pero es más una cuestión de glotonería y de que me gusta comer y probar.
Lo que estoy comprobando es que se duerme muchísimo mejor con el estómago ligero. Yo nunca me he levantado a las tres de la mañana con un hambre atroz y he asaltado la nevera, sin embargo, más de una vez he tenido insomnio con una sensación de pesadez por haberme atiborrado y es una sensación jodida no solo física sino psicológicamente. Pensándolo bien, la cena es el meollo de esto de la dieta porque al fin y al cabo en el desayuno te está permitido comer casi normal pero durante la noche pasan cosas en nuestro cuerpo que podemos controlar controlándonos y teniendo un poco de cabeza.
Ya está bien de flagelarnos por ser gordos. No hemos matado a nadie. Ahora que ya no soy un adolescente amargado ni un jovencito angustiado puedo decir que perdí el tiempo compadeciéndome de mí mismo cuando lo tenía que haber gastado en leer más libros, en ver más películas, en viajar más, en saber más idiomas y ¿por qué no? En adelgazar... Bueno, vale, el caso es que no adelgacé... pero estoy relativamente contento de cómo fui construyendo mi vida, y de los libros que leí, de las películas que vi y de los viajes que hice. Tengo, y quiero y puedo reconciliarme con mi pasado. Solo me arrepiento de haber perdido mucho tiempo pensando en que estaba solo como si eso en el fondo me consolara, cuando había gente dispuesta a hablar, a compartir, a quererme. Pero también he aprendido de esos momentos. He aprendido que soy débil y que, en el fondo, las únicas barreras en la vida son las que me he puesto yo mismo. A veces, estando solo, y estando gordo (¡ojo!) también he sido feliz. Ahora voy a contar (perdonadme) una de las experiencias más descarnadas de auténtica felicidad que he tenido en mi vida. No diré que cuando nacieron mis hijas, ni cuando di el primer beso... eso es otra cosa. Yo hablo de felicidad física, natural, de una sensación inexplicable que llega por un motivo inexplicable. Pues bien, yo debía tener quince años o por ahí. Vivía en mi pueblo y, como siempre, recibía clases particulares en verano porque me habían quedado dos o tres (para mí septiembre sigue siendo el mes de los exámenes de recuperación). Pues bien. La clase de inglés la tenía muy temprano, a las ocho o por ahí, y aunque no vivía muy lejos iba en una moto que era de mi padre. No era una gran moto. Era una moto tocha, gorda, como yo mismo. Ni mucho menos era la que más corría pero me soportaba y le cogí un cariño especial. Bueno, pues yo iba camino a las clases con mi moto. Serían las siete y media de la mañana, en un pueblo de Andalucía, fresquito, con una luz preciosa, nadie por las calles y sentí una sensación que todavía hoy me emociona recordar. Juro que me daba igual estar gordo, me daba igual no tener novia o pensar que no la tendría jamás... estuve como una hora o así sintiéndome libre verdaderamente y en la cima del mundo. Adiós clase de inglés. Hola felicidad. Puede que sea una gilipollez. Pero pienso que ser como era en ese momento, ser quien era en ese momento, me dio la oportunidad de disfrutar así de la felicidad. Y hoy en día no me cambio por nadie. Ni por quien haya perdido la virginidad a los quince, ni por quien tenga una cabeza privilegiada en un cuerpo para el pecado. Pienso que la inseguridad te da cosas y te quita otras. Una de las cosas que te de es la ironía, otra que puedes no tomarte a ti mismo demasiado en serio, y otra, que desarrollas un sexto sentido estupendo para reconocer a un/una gilipollas a una enorme distancia.
Mi moto... mi Rosebud ¿dónde estará?
Por cierto la anécdota esa de la moto no terminó muy bien porque ese día yo dije en casa que había estado en clase pero el profesor se había encontrado con mi madre y le había dicho que no estuve. Una gilipollez así fue el colmo para mis padres que decidieron que yo necesitaba ir a un psicólogo porque estaba teniendo una adolescencia difícil. A mí me encantó la idea y entonces... bueno, eso ya es otra historia.
Bueno... la verdad es que cuando me he subido esta mañana a la báscula he pensado que se reía de mí. Después de esa oscilación de los numeritos digitales hacia arriba y hacia abajo que nos pone tan nerviosos se ha quedado en... 127,0 Kg. Eso significa que:
Como tengo aquí escrito al lado el viernes pasado pesé 127,8 Kg pero después me fui a la playa y el miércoles por la mañana hice una pesada clandestina que me dio la escalofriante cifra de 128,9 Kg. Yo creo que por cosas así recomiendan no pesarse tanto. Esto es como la güija, no es tanto porque sea real sino porque la sugestión hace que la gente se vuelva tarumba y cometa locuras. Bueno, sea como sea no me creo que haya perdido casi dos kilos en dos días y por lo tanto voy a mentalizarme en que esta semana he perdido ochocientos gramazos que, visto lo comido, no está nada, pero que nada nada nada mal.
Me dan ganas de hacer el súpermeneito pero mejor me contengo...
Ya sé que no es ninguna proeza pero hace tiempo, muchos meses si no años, que no estaba en este peso. La verdad es que físicamente me encontraba mejor cuando hacía algo de ejercicio cosa que ahora me es imposible. Espero poder coger esa rutina o por lo menos andar mucho más de lo que lo hago ahora.
La cosa va lenta, y cuesta, y a veces tengo un humor de perros que no hay quien me soporte. Pero sea como sea está bien saber que tienes objetivos y me ayuda bastante tratar de expresar cómo va resultando este proceso.
catarsis. 1. f. Entre los antiguos griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza.
Me estoy dando cuenta de que poco a poco este blog va decantándose por cuestiones vitales o emocionales más que a hablar simplemente de comida y dietas, pero escribiéndolo, también me doy cuenta de que son esas cuestiones cotidianas las que pueden hacer inclinarse la balanza (nunca mejor dicho) en un sentido o en otro.
Ayer, aparte del affaire con el desayuno, el día transcurrió bastante bien. Comí ensalada y queso fresco con una tajada de melón de postre; luego merendé un yogurt desnatado y cené unos mejillones de lata, más otro poco de queso fresco y un poco de pescado que sobró a mi hija con sandía de postre. Demasiado quizás aunque sé que las cenas ligeras las volveré a hacer cuando regrese al trabajo por la tarde en septiembre.
Pero hoy quería escribir precisamente del momento en el que uno decide que va a cambiar, que se acabó (otra vez), que va a ser otro quizás reivindicándose más a sí mismo, como cree uno que es en realidad. Porque lo normal no es tener sobrepeso, y mucho menos es normal tener un peso que es difícil de mover. Nosotros, el verdadero Yo, está ahí abajo deseando que lo saques y, para qué vamos a engañarnos, ya sabemos la teoría de cómo hay que hacerlo... Bueno, pues para todo esto es necesaria una catarsis, una limpieza, una señal física que le recuerde a tu mente que estás en un proceso de cambio y que no te vas a permitir dudas. Hay muchos tipos de catarsis pero yo he elegido siempre el corte radical de pelo al estilo Teniente O´Neill (¿recordáis la película de Demi Moore?). El rapado me lo hice a primeros de julio, poco después de que naciera mi hija. La verdad es que estéticamente no es lo más favorecedor porque un tipo corpulento rapado parece que ha pasado por una tribu de jíbaros reductores de cabezas. Ahora para qué os voy a engañar estoy deseando que me crezca el pelo de nuevo. Pero desde luego tengo la convicción de que cuando mi pelo esté de nuevo como estaba (más bien larguito), yo debo haber adelgazado por lo menos el setenta por ciento de lo que tengo previsto.
Mi pobre pelo deseando volver a salir... y sí, es un elefante rosa.
Mi mujer, que me conoce, cuando me ve con la maquinilla del pelo se pone a temblar porque quiere decir que tengo un nuevo reto, y ya se sabe que los retos de uno son el efecto mariposa, tu haces un movimiento insignificante que puede terminar con un terremoto donde menos te lo esperes de tu familia. Espero que eso tarde y que me pille con diez kilos menos para afrontarlo con optimismo y buen humor.
Ya estoy de vuelta. Ayer me despedí de la buena (mala) vida con una cena digna de mis años de piso de estudiante. Ahorraré los detalles. Esta mañana me he levantado con el firme propósito de volver al lado de la fuerza, la senda de los gorditos buenos. Para eso he empezado por saltarme una de esas leyes que todo el mundo recomienda pero que nadie cumple: Me he pesado a mitad de semana para ver cómo está la cosa. No tiene un valor real ni me lo apuntaré como hito en mi proceso, simplemente me guía a la hora de ponerme un poco más estricto de aquí a la visita oficial a la báscula el viernes. Total, que peso 128,9 Kg. Un kilo y cien gramos más que el viernes lo que hace que estas minivacaciones hayan estado bien aprovechadas en lo que a comida se refiere.
¿Se puede perder un kilo en dos días? No lo sé, ni me importa. Como ya he dicho en otras ocasiones no me voy a obsesionar con que mi curva de pérdida de peso siempre sea a la baja. Lo que yo aspiro es a un cambio de hábitos así que en esas estoy... lo que sí voy a intentar es comer bastante menos y mejor, y ante todo y sobre todo se acabaron los helados este verano de una vez por todas.
El desayuno... ese momento de tensión.
Bueno, pues con esta buena disposición he ido esta mañana a desayunar. Mi desayuno estándar ha sido siempre una pieza de pan con aceite, tomate y jamón de york y un zumo de naranja (no tomo café). Trabajo en Sevilla y aquí la verdad es que se le da bastante importancia al desayuno. Cuando he ido a pedir esta vez media tostada la camarera me ha montado una escena que he flipado: "¿¡Media tostada!? ¿¡Dónde vas a meter media tostada en ese cuerpo!? ¡Eso no es ná! ¿Pero tú has visto cómo es el pan? ¡Si es muy chico! ¡Te vas a morir de hambreeee!"... A todo esto el bar lleno de gente y parecíamos una pareja salida de una película italiana de los sesenta. Pero ¿yo qué hacía? ¿Decirle que estoy a plan? (en Sevilla la gente no se pone a régimen ni a dieta, se pone a plan)... total, que para evitar que a la mujer le fuera a dar algo allí mismo le he dicho que me la pusiera entera y me la he comido sin rechistar. Al garete la buena disposición. Habrá que remontar en las horas que quedan aunque mañana yo me como la tostada entera sí o sí. Ya no es que uno tenga que luchar contra las adversidades, no es que tenga que luchar contra la vocecita interior que te dice que qué más da... es que también tiene que luchar contra este tipo de cosas. Fotografía de fvanrenterghem
Entrada express para decir que la cosa zen, la positividad, el buen rollo, el sentirse uno a gusto consigo mismo... se han ido al garete nada más llegar a la playa. ¿Cómo se puede tener tan poca fuerza de voluntad? Escribo todo depre después de haberme zampado pizza y helado (¡pizza y helado! ¡soy un juguete del destino!)... A ver cómo enderezo yo esto de aquí al viernes... pero ¿qué digo? ¡A ver si me enderezo de aquí a navidades! Mañana volvemos a casa después de comer... Que la fuerza me acompañe.
Lo he leído hace poco y la verdad es que estoy deseando ponerlo en práctica... en Japón lo llaman ichiman po. Son diez mil pasos diarios que hay que dar para estar en forma. No es ninguna tontería 10.000 pasos. El otro día hice la prueba, puse el podómetro del móvil y me fui con la niña y el carrito a dar una buena caminata. En total fueron 6.708 pasos que consisten en una distancia de 5,3 kilómetros. Eso lo hice en una hora diez minutos (poniendo el contador a cero en los parques en los que paramos, claro). Calculo entonces que los diez mil pasos deben andar por los ocho kilómetros. Hacer ocho kilómetros diarios es una pasada pero me gusta el reto. Voy a probar en cuanto pueda volver a mi rutina diaria siempre que no lo cambie por algún tipo de ejercicio distinto (en principio nadar o bicicleta).
A esto se refiere Murakami cuando habla de correr...
Con el mismo podómetro tengo registrado que el trayecto desde el tren hasta mi trabajo son unos 2.000 pasos totalmente insuficientes. En total yo creo que un día normal puedo llegar a los 5.000... estimo entonces que tendré que alternar el ejercicio con las caminatas que me gustan bastante. Y aunque, para qué negarlo, me gustaría poder llegar a correr durante una hora algún día, el caso es que estoy totalmente convencido de que en mi caso y en el de muchos otros andar es mejor que correr.
Entre otras aficiones y manías debo reconocer que soy bastante geek. Me gustan los aparatitos y se me dan relativamente bien las nuevas tecnologías... por eso me gusta probar todo lo que puede ayudarme de una u otra forma en mi tarea actual de perder peso. Como dije en la primera entrada de este blog creo que llegué al límite de mis fuerzas físicas cuando arrastraba unos 145 kg de mí mismo, ahí, como dicen por mi pueblo, puse pie en pared. Desde hace un año más o menos voy controlando mi peso con una aplicación para el iphone que se llama MetaPeso. No es que haga maravillas pero a mí me sirve para ver mi progresión y me parecen muy útiles los gráficos que te saca que pueden ser depende del momento esperanzadores o frustrantes. En este que reproduzco aquí se ve batalla del último año:
Como puede verse mi línea de peso ha estado desde septiembre del año pasado en torno a ciento treinta y algo. En febrero o marzo fuí al médico de cabecera porque tenía un dolor intenso en las rodillas y me echó un sermón súperconvincente sobre la posibilidad de tener diabetes con cuarenta años y de morirme con cincuentaytantos, no ver crecer a mi hija... vamos, un drama. El caso es que como puede verse en el siguiente gráfico no me fue tan mal.
Los meses de mayo y junio fueron estupendos. Sobre todo porque después de una mudanza y todo el stress que genera me puse a hacer ejercicio por las mañanas. Ahora trabajo por la tarde con lo cual tenía bastante tiempo para ir al gimnasio y luego hacer la comida hasta que me iba a las 13,30 aproximadamente al trabajo. ¿Qué ocurrió entonces? Ocurrió mi segunda hija y el verano. No es que tenga la culpa de nada la pobre pero se acabó el gimnasio y lo único que puedo hacer es salir un rato con la mayor en el carro y llevarla a un parque que esté lo más lejitos posible. La verdad es que podía ser peor. Cuando me desfasé me desfasé a lo grande y me he comido las tarrinas de helado del mercadona mano a mano con mi mujer en dos noches. De 127,5 que fue mi mayor logro, pasé a los 129,5 en los que he empezado esta aventura y la verdad es que en una semana me he podido quedar más o menos como estaba.
Si os digo la verdad lo que se me apetece ahora y haré en cuanto pueda es andar. Tengo ganas de tener un poco de tiempo libre y darme largos paseos sobre cuyos beneficios para la salud estoy leyendo mucho y que comentaré otro día...
127,8 Kg. Desde luego, visto así, con una cifra desnuda, monda y lironda, el resultado es de lo más esperanzador. Sin embargo os aseguro que no he sido nada constante con la dieta. Hemos salido demasiado a comer, he "picado" helado de vez en cuando, y las comidas han sido todo lo caóticas que pueden y suelen ser en agosto. ¿Qué ha ocurrido entonces? Pues estoy cada vez más convencido que es una cuestión de actitud y de mentalización. Estoy en esa fase positiva en la que si te pasas, controlas y asumes perfectamente que te estás pasando y que debes compensarlo en otro momento. Además estoy haciendo las cenas muy ligeras a base de fruta debido a lo tarde que llego del trabajo.
Shrek también piensa que es mejor ser positivo
Mi objetivo para la semana que entra no es tanto mantener este ritmo de comidas (que definitivamente tengo que cambiar) sino mantener esta mentalidad positiva y no dejar que malos rollos, discusiones, estrés o lo que sea me lleven no ya a comer como un cosaco, sino, lo que es peor, comer jodido, triste o enfadado.
Este fin de semana nos vamos a la playa hasta el martes. Aunque sé que habrá algún frito descarriado y algún (algunos) helados, también sé que al tener a los abuelos de las niñas como aliados podré dedicar algún tiempo a dar un buen paseo. Eso redundará en encontrarme mejor, lo que me llevará a estar satisfecho conmigo mismo, lo que seguramente reprimirá mi hambre y me hará seguir en la buena senda. Pero eso es algo que me dirá la báscula (que como los niños y los borrachos siempre dice la verdad) la semana que viene.
Tycho Brahe fue un importantísimo astrónomo danés del siglo XVI. Sus descubrimientos fueron básicos en el desarrollo de la ciencia y son la base de la ley de gravitación universal de Newton, sin embargo, tuvo una muerte absurda... parece ser que fue durante un banquete. Al pobre Brahe debieron sentarlo en una de esas sillas en el centro de la mesa que están pegadas a la pared y no quiso o no pudo levantarse para ir al servicio. Creo que fue en un libro de Kundera donde leí esta historia, ahí decía que le reventó la vejiga, en la wikipedia lo explican más finamente pero el caso es que esa tontería acabó con su vida.
Perdón... ¿me permite que voy al baño?
Como ya he comentado otro día a mí me preocupa bastante el tema de la muerte. Soy un hipocondríaco del montón, y, lógicamente, una de las razones fundamentales para querer adelgazar es la salud. Pero por supuesto no a costa de lo que sea... Con eso quiero decir que no estoy dispuesto a dejarme el hígado haciendo una dieta de esas raras radicales, y que el ejercicio pienso seguir haciéndolo con una intensidad que esté de acuerdo con mi corpulencia. Me parece absurdo estar haciendo un sacrificio por adelgazar para poder llegar a ser un viejecito ocioso, lector y viajero, y que todo se vaya al garete por una congestión o un infarto producido por cualquier paranoia adelgazante. Esto es un aviso a posibles lectores pero también a mí mismo... ey, no se trata de perder diez kilos en un mes, vamos a ir poco a poco. La cagaremos (no como Tycho) seguramente más de una vez pero no hay que agobiarse, hay que seguir y mentalizarse en este cambio de actitud ante la vida. Así viviremos más... si es que un día no nos cae una teja en la cabeza y nos quedamos en el sitio, claro.
Este tipo me enseñó a ser respetuoso con la muerte...
Y una vez puestas mis reservas y mi optimista mensaje de ¿cuál es el sentido de la vida? diré que la cena del otro día fue una verdadera prueba de resistencia... a la que definitivamente no pude resistir. Comí tortilla de patatas y empanada. En mi defensa he de decir que anoche no cené más que melón con lo que espero haberme resarcido un poco. Este medio día he ido con mi mujer y las niñas a un centro comercial. No sé a causa de qué muñequito esta vez mi hija se ha empeñado y hemos comido en el Burguer King (¡Yupiii!). Yo he tomado una ensalada César pensando que estaba siendo un chico bueno, pero hace un rato me he pasado por la web que tiene un buen sistema de valores nutricionales y he visto lo que esa ensalada contenía. Casi me hubiera convenido más una hamburguesa grande pero eso supongo que entra dentro del camino de aprendizaje...
Agosto va a seguir siendo un poco caótico por lo que veo, pero creo que en septiembre volveré a la senda de los gorditos buenos.
Hasta ahora mal, para qué vamos a engañarnos. Tengo una ventaja, eso sí, y es que no bebo alcohol ni me gusta el café ni los dulces... entonces ¿cómo puñetas estoy como una morsa? pues por el resto.
En casa cocino básicamente yo y la verdad es que haciendo de comer yo ya comía: que si un trozo de queso por aquí, que si un paquete de ganchitos por allí, que si un minibocadillo de salami por allá. Eso, me consta, es una bomba de relojería. A mí el picar entre horas y haciendo de comer me puede. Ahora bien ¿Qué estoy tratando de hacer ahora? Pues para empezar nada de picoteo y nada de porquerías. Tampoco me privo demasiado siempre que se trate de alimentos naturales como por ejemplo el aceite. Como por la mañana media tostada con aceite y luego a medio día trato de comerme una ensalada sin escatimar tampoco demasiado. Sé que dicen por ahí que más de dos cucharadas es una barbaridad pero ¿alguien ha visto cuánto aceite echa Arguiñano en una sartén diciendo que son dos cucharadas? Digamos que yo me rijo por la medida del gran cocinero vasco.
Robin Food malo, malo... que me pierdes
Tampoco llevo bien el tema de cantidades en la fruta. Me gusta mucho la fruta y si es la de verano mejor. Como estos días llego tarde del trabajo estoy comiendo solo melón o sandía pero puedo comerme sin exagerar medio melón grande si está bueno. No sé si estoy equivocado pero creo que mejor eso que un kebab y un helado, por lo menos a mí me sienta mejor. Si eso pudiera compaginarlo con algo más de ejercicio sería de lujo pero por ahora es imposible.
El caso es que la dieta que estoy siguiendo no es ninguna dieta de las archiconocidas. A mí me ha servido mucho un libro reciente del periodista Michael Pollan: "Saber comer, 64 reglas básicas para aprender a comer bien". Se trata un poco de comer sano y natural. Las reglas del libro se reducen en una básica (la digo de memoria): "Come comida, con moderación, sobre todo vegetales". Por supuesto como carne y pescado, pero he recuperado el placer de ir en el día (ahora que puedo) a por el pescado y la carne fresca que me comeré en el almuerzo. La idea es dejar poco a poco los aimentos súper elaborados químicamente y eso incluye a mi amiga, mi amante, la coca cola light (eso es otra historia)...
Y así vamos. Ayer desayuné un panecillo con aceite y pavo y un yogurt desnatado, comí lentejas con su choricito y morcilla con sandía de postre y cené melón. No tuve tiempo de hacer cinco comidas y me quedé en tres. Hoy voy por el mismo camino pero a ver qué hacemos... tenemos cena con amigos y me pasaré (comer algo ya es pasarme por la noche) pero en principio soy yo el que prepara el menú así que incluiré tortilla de verduras y algunas cosillas potables para la noche.
Oh, vamos, claro que hay héroes hoy en día... no son los que bajan gatos de los árboles, ni los que ayudan a cruzar los pasos de peatones a las viejecitas (eso solo pasa en los dibujos animados), no son los boinas verdes (¿pero existen todavía?), ni los bomberos ni los policías... Los verdaderos héroes son los que tienen la fuerza de voluntad de cambiar sus hábitos alimenticios. De ser otras personas sin dejar de ser ellos mismos. Pongo ejemplos:
Un tipo al que no conozco que vive en Barcelona y que tuvo los santos huevecetes de poner a su blog el poco atractivo nombre de el gordo cabrón. Hace tiempo que lo leo y, en su momento, me sirvió mucho para adelgazar (algo). Realmente aprendí que el camino de la no-gordura es el camino del conocimiento (joven Jedi), o sea, conocer lo que nos metemos por los hocicos. Leyéndole me quedan más que claras algunas cosas que me gustaría compartir aquí: la primera es que el gordo es un gordo aunque pese 80 kilos. O sea, que el gordo está ahí, y que si adelgazar es un esfuerzo volver estar gordo es algo que puede ocurrir prácticamente de la noche a la mañana si no vigilamos. Pero después es curioso leer el proceso desde sus primeras visitas al médico a la plena concienciación en torno a la comida y (¡ojo!) al deporte.
Yo soy de las personas que cuando se proponen algo empiezan por lo accesorio. Es decir, que si digo que voy a hacer ejercicio me voy al decathlon y me compro mi chandal, mis zapatillas, un pulsómetro, el bote para el agua... y después me cuesta horrores tener continuidad. Antes de que naciera mi hija pequeña tenía una buena rutina de gimnasio que espero recuperar pronto, pero ahora nada de nada. El caso es que en el fondo de mi cabeza fluye una idea que me obsesiona. Yo no soy deportista, soy tal vez todo lo contrario a un deportista... ¿Y si empiezo a hacer deporte y mi cuerpo se acostumbra? ¿Y si lo dejo una vez adelgace y se me obstruyen las arterias o me da un infarto? Estas cosas se me meten a mí en la cabeza porque pienso que un gordo haciendo deporte es un oximoron, una contradicción de términos, un artificio. Pero dejemos el tema por ahora (ya volveremos)...
Otro héroe de nuestro tiempo. ¿Quién no conoce a Alex de la Iglesia? Un director de cine potable, un director de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas que supo estar en su sitio e irse cuando se lo pedía el cuerpo, pero sobre todo ¡un morlaco que adelgazó no sé cuántos kilos en seis meses!... como estoy realmente loco (y puede que aburrido), un día me dio por poner en google "Dieta de Alex de la Iglesia" y salió esto:
¿No es genial? Vale, no es la dieta más sana, no es la que estoy haciendo, ni la que haré ni la que yo haría, pero es una dieta dicha en treinta segundos y ahí está el quid de la cuestión. Creo que uno de los secretos (toma nota joven Skywalker) es precisamente el grado de seguridad y aplomo con el que sabes que deseas aquello que estás deseando. Por eso este vídeo tiene más sustancia que una película de Tarkovski.
Y como segunda paja mental de este blog imposible creo que ya es suficiente...
Varón caucásico, 1,86 cm de estatura, 129 kilos (oscilando), pelirrojo, gafapasta, barba, casado y con dos niñas (una recién nacida).
Así seré cuando pierda los kilos que me sobran
Sí, lo sé, me has visto por ahí soy ese gordaco de las ojeras que empuja dos carritos a la vez y lleva a una niña colgada del pescuezo. Me has visto más gordo y luego un poco más delgado, pero luego me has vuelto a ver más gordo... soy el hombre que oscila, el hombre cambiante, el hombre que crece (a lo ancho), el hombre que mira la tapa que te estás comiendo y que, a la que te descuides, puede comerte a ti también. Estoy a dieta y tengo hambre, eso me convierte en alguien muuuy peligroso.
Pero no siempre he sido este hombre. Todos tenemos un pasado:
Yo era el niño que no comía, el de las patas de alambre, el canijo al que era imposible darle un yogur, y que cuando se tomaba un vaso de leche en el desayuno lo vomitaba al volver la esquina para desconsuelo de su madre. De ahí, en la adolescencia, o tal vez antes, pasé a comérmelo todo. Mientras más grasoso y porquerioso mejor. Entonces fui el niño gordito pelirrojo y con pecas. El lector de comics de la Patrulla X, el que veía Los Monsters y se sabía las canciones de la Bola de Cristal...
El personaje gordito y gracioso de la película, sí amigos, ese era yo...
De repente, en el instituto, algo cambió dentro de mí y pensé que si seguía por ese camino iba a morir virgen ¡NOOOOO!... la bicicleta de montaña me puso un tipito que me duró lo justo para engañar a la incauta que hoy día es mi mujer. Después de eso me puse como estoy ahora con los consabidos "100 kg es la frontera fatal", "bueno, 110... 120..." y así hasta 145 que pesaba hace algún tiempo. He hecho de todo para adelgazar. Sé lo que es el gimnasio, conozco a Dukan a Scardale y a toda la pesca, pero ahora es distinto. Voy a ser otro, simplemente, voy a comer distinto, cambiar de hábitos, saber de lo que hablo, cerrar de una vez la p. boca.