jueves, 20 de septiembre de 2012

Hace falta ser raro...

Hoy han venido mis padres a verme. Bueno, a ver a las niñas pero también a verme un poco a mí, espero. Mi madre no me ha dicho mucho porque tiene el síndrome de abuela joven. Sólo tiene ojos para las nietas. Pero mi padre sí que me ha dicho que me nota más delgado, y que se alegra mucho y todo eso. Cuando empecé a ponerme gordo mi padre era el que más me cañeaba. Quizás porque él también está fondón y sabe que eso es una putada para la vida cotidiana. Me hacía una cosa que me daba un coraje enorme y era que se me quedaba mirando y me decía: "Tú debes estar ya por los ... kilos". Y eso, que es una putada de por sí, al fallar en ocho o diez kilos a la baja era la putada de las putadas para mi pobre autoestima. O sea, que si pesaba ciento quince kilos el hijo de perring me echaba ciento ocho como si eso ya fuera una barbaridad. Yo, o bien jugaba un poco al frío-caliente con él si estaba de humor, o bien le decía simplemente "por ahí, por ahí" sin apartar la vista del libro o de la tele (¿de qué iba a estar gordo si no?).
La caña es chunga. Es más chunga la que viene de la gente cercana. Una cosa que nadie enseña a los hombres (ni a las mujeres me imagino) pero que todos sabemos, es que no se le dice a tu pareja que ha engordado. No se dice ni directa ni indirectamente, no existen formas sutiles de hacer esa apreciación en ningún momento del día ni de la noche. Es más: si algún día ella (o él), dicen "creo que estoy más gordo/a", la respuesta natural y diplomática es: 1/ ¡Para nada! (vas bien) o 2/ Pues yo te veo igual (y ya te arriesgas mucho). Los padres no, los padres lo sueltan a mala leche y donde menos pegue. Si hay un desconocido delante a ellos les da igual. 

Tallarines raros (y movidos, por supuesto)
Los momentos en que he adelgazado en mi vida han coincidido con momentos raros. En la adolescencia era un friki sin remedio. Me veía horrible pero no hice nada para cambiar mi aspecto porque consideraba que eso era parte del encanto de la vida atormentada del artista adolescente. Luego adelgacé en un momento extraño de mi vida. Un poco por amor y un poco por desamor. A ver si puedo explicar esto otro día. Luego pasó el tiempo y volví a engordar cuando vine a estudiar la carrera en Sevilla. Cuando terminé volví a adelgazar en una época en la que no sabía qué hacer con mi vida y que estaba todo el día en la calle. Hasta hice teatro en la calle (¡Yo!) y dormía un día en una casa y otro día en otra. Después me casé (ahí ya estaba otra vez gordo) y después esta vida sedentaria y sin altibajos de finales de siglo XX y principios de siglo XXI me llevó hasta la gordura esta extrema que estoy echando atrás. Hoy pensaba en eso. Que los momentos en que he adelgazado siempre han coincidido con momentos de cambios, de cosas raras en mi vida y en mi entorno. Y entonces me he dicho: "¿Qué tiene de raro esto ahora?", y he pensado que todo, más que nunca, es muy muy muy raro.

5 comentarios:

  1. Tienes más razón que un santo. La confianza da asco y esto de que te digan que has engordado es muy feo. Sobre todo si, como mi madre, te lo dicen justo cuando estásn comiendo lo que "no debes".
    En fin, ánimo, que para eso está la blogosfera xD

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  2. Cómo mola el nuevo logo del blog ; )...por cierto, Kermick le está tocando una teta a Peggy...ahí lo dejo ; P

    A mi también me pasa, época de cambios, genera cambios en el físico. Todo afecta, los nervios, se te quita el hambre, sales más, la adrenalina fluye de otro modo...yo que sé, pero es cierto.

    Y lo de los comentarios de los seres queridos joden un huevo, ya te digo, yo me enfado mogollón con esas cosas y las devuelvo, bueno, si puedo, aunque a veces prefiero morderme la lengua...por aquello de no discutir ; )

    Fuerte abrazo y enhorabuena por la bajada...y el reconocimiento de tu padre.

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  3. Ciertamente, los momentos de cambio lo son para el peso también.
    Yo he adelgazado en momentos chungos, pero también en momentos de plenitud en los que me sentía genial. Supongo que tiene que ver con "estar ocupado" mentalmente, tanto para bien como para mal.

    Mi madre no me dice nada, pero me mira.
    No sé qué es peor.

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  4. Amelia ya te digo yo que lo peor es que te lo diga tu madre precisamente cuando te estás cominedo el bizcocho de chocolate que ELLA horneó :S

    Pero, vamos, que cada uno nos enteramos de lo nuestro y la verdad es que la gente no nos lo suele poner fácil a los que estamos a dieta, como a los que quieren dejar el alcohol o el tabaco. Es como si no nos tomaran en serio.

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  5. Ally tiene razón. Algunas veces mi padre o mi madre esperan a ver la cara de julay que pongo (o que ponía) cuando estaba saboreando el plato más apetitoso para zamparte un "tienes que comer meeeeeeeenos".

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