Lo de perder kilo por semana parece que es cosa del pasado. Bueno, ochocientos gramos para la buchaca que no están nada mal y ahí seguimos a poco ya de la meta... una meta un poco rara porque, como decía el poeta, el camino es el andar mismo, y no hay destino posible sino el seguir caminando y encontrarse uno bien en este paseo y... mejor paro porque me estoy viniendo arriba.
En estos días termina más o menos mi trimestre horribilis en lo que a trabajo se refiere. Se acabaron (espero) las jornadas de catorce horas corriendo de acá para allá. A partir de la semana que viene me lo puedo tomar con más calma y ¡ay, horror! Precisamente cuando me tomo las cosas con calma es cuando tiendo a engordar aunque coma bien. Me entra la modorra esa tan buena y me muevo menos que los ojos de Espinete. Bueno, pues ya sé qué es lo que tengo que evitar. Este fin de semana tengo dos comidas de celebración ¡ole! El lunes viaje a Málaga pero por trabajo con cena ¡toma que toma! O sea, que será un milagro del niño Jesús que yo conserve este peso el martes. Teneis razón con que no debo pesarme tanto. Con que lo hiciera los viernes voy sobrado, pero la verdad es que aunque no sea fiable (os aseguro que no lo es), es una guía que no está mal. Aun así trataré de haceros caso.
Como aparte de gordo soy una mijita neurótico, ahora me ha dado por la jardinería, a mí, que se me secan hasta los cactus (verdad verdadera). No es que le dedique mucho tiempo pero está uno ahora desarrollando su faceta zen y la verdad es que me relaja ponerme ahí a cuidar plantitas cuando tengo diez minutos para mí.
Abrazotes en este noviembre tan primaveral y ánimo para la cuesta de diciembre.
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