"Varón caucásico, 1,86 cm de estatura, 129 kilos (oscilando), pelirrojo, gafapasta, barba, casado y con dos niñas (una recién nacida)".
Escribí eso un lunes, 12 de agosto de 2012. Ha pasado algún tiempo y, sobre todo, algunos kilos. Veinte kilos para ser exactos. Otras veces he estado a punto y luego la he vuelto a cagar así que nadie se tome esto como cantar victoria ni nada parecido. Recuerdo que hace un año o más llegué a estar en 113 y luego volví a pasar de 120. La vida es así, la vida es oscilar. Yo soy el hombre oscilante. Sin embargo me propuse bajar de 110 y lo he conseguido y no sabéis la felicidad que da decir eso. Ponerte una meta y ser capaz de alcanzarla.
El nutricionista me dijo el otro día que paramos cuando llegue a 105. Yo estoy de acuerdo. Ahora que he llegado hasta aquí quiero tener cuidado y dejar un colchón de cinco kilos que marquen la zona infranqueable.
Ha sido un camino complicado. Si supierais lo importante que ha sido sentirme acompañado... saberme parte de una familia que con más o menos suerte sabe que tiene que poner medios para sentirse bien. He aprendido mucho de vosotras, de las dificultades de cada una, y de las que compartimos (y lo escribo en femenino porque el noventa por ciento sois mujeres, estoy seguro de que los dos o tres hombres que me leen lo entenderán ¿eh Javi?).
He cambiado. Y lo mejor es que el cambio más grande y bonito está por dentro. No se ve. Ese cambio tiene que ver con esa palabra horripilante: hábitos. Al nutricionista se lo he resumido así: "Antes el carnicero era mi amigo, ahora el frutero parece de mi familia". Estoy comiendo comida, mucha verdura, mucha fruta y algo menos de carne y de pescado... este año espero poder empezar a sembrar cosas en casa, tener un pequeño huerto y que mis hijas vean que lo más bueno es lo que puedes hacer tú mismo. Porque un aprendizaje ha llevado a otro y este camino con la comida me ha cambiado más profundamente espero, o por lo menos estoy explorando otras cosas que tienen que ver por ejemplo con dejar de consumir (que es otra forma de comer) compulsivamente. No querer tener y acaparar cosas sino desprenderme de las cosas para ir, ligero de equipaje, y poder saber quién soy mejor. Ser más yo de acuerdo con lo que vivo, con lo que experimento, que con lo que tengo. Pero oye, que no me voy a convertir en un yogui ni nada de eso. Por ahora no me voy a meter a asceta ni místico. Una pizza, un helado o una buena hamburguesa me sigue gustando más que a un tonto un lápiz, me temo. Sólo que me ha cogido a mí esta etapa de mí vida en plan contemplativo.
Bueno. Que gracias, gracias, gracias.