Bueno, hay que reconocerme que cuando la cago la cago pero bien. He puesto ni más ni menos que tres kilos en una semana (¡TRES!). Vamos, es que eso quien se lo proponga en serio no lo consigue. ¿Lo bueno? Pues no tiene nada de bueno. Si acaso que creo que tengo más o menos reconocidas las razones. ¿Lo malo? Pues todo lo demás y que hay una parte de ansiedad desenfrenada que me da miedo. Por otra parte es horrible ser consciente de lo difícil que resulta perder medio kilo y lo fácil que es ganar tres (joder, tres...).
Tengo el horario de trabajo todo trastornado y donde antes comía a las 13 horas ahora tengo que comer a las 15,30 o las 16 con un hambre atroz. No me da tiempo a hacer comidas de media mañana. Ya no como solo ni me da tiempo a plantearme la comida. tengo que hacer almuerzo y cena para mi hija y para mi mujer con lo cual vuelvo al picoteo. Como en la cocina y después en la mesa. Un descontrol. También me han invitado a Extremadura dos días por temas de trabajo y comía de menú (dos platos y postre sin perdonar nada). Estamos saliendo más fuera a comer y no me privo. Me como lo mío y lo que le sobra a quien sea. No hago deporte porque el trabajo ya no me deja ninguna mañana libre y las tardes las dedico a estar con las niñas. Con el mal tiempo tampoco podemos salir mucho... esto es un cacao, un caos... lo que me aterra es que no consigo coger el toro por los cuernos. No me aplaco. Además vienen las fiestas y un montón de comidas de estas de... qué os voy a contar de las fiestas. Yo que firmaba salir de diciembre con ciento quince kilos... ahora casi me conformo con no sobrepasar esa frontera de los 120 Kg que me había autoimpuesto. Sé que si paso de ahí va a ser un palo que me va a arrastrar a lo que hacía antes.
Y esos tres kilos... no los he disfrutado para nada. No recuerdo ni una sola comida que me haya sido placentera. Quizás volver a comer queso. Antes lo comía pero en cantidades muy pequeñas. También he comido jamón... pero de verdad que no vale la pena. Me gustaría salir corriendo ahora mismo y gritar a pleno pulmón. Cagarme en todo encima de un monte (a gritos, no literalmente). A ver si me centro. A ver cuándo me centro. Tres kilos... qué barbaridad.
P.S. por cierto, me he saltado una semana sin escribir. Eso creo que cuenta, y mucho. No me preguntéis cómo lo sé. Pero lo sé.